21 abril 2013

Claves para entender la discusión paritaria 2013

¿Qué es un aumento “alto” o “bajo”? ¿Por qué el Gobierno no quiere que se cierren acuerdos por encima del 20%? ¿Qué pasa con el salario real?

Las noticias sobre paritarias son habituales en esta época del año. Para entender cabalmente qué se juega en ellas, es importante conocer qué se discute y qué referencias hay para comparar “los números”

Qué son? Las paritarias son acuerdos de los empleadores con los empleados, homologados (es decir, convalidados legalmente) por el Ministerio de Trabajo. En ellas se sientan representantes de trabajadores y empresarios en partes iguales (por eso “paritarias”) y discuten sobre cualquier cuestión relacionada con las condiciones del trabajo, incluyendo salario, seguridad e higiene, carrera, participación en ganancias, etc.


Lamentablemente, parece que lo único que toma notoriedad pública es el porcentaje de aumento salarial.

A nivel social, su relevancia proviene de que éste porcentaje altera la distribución de la riqueza entre clases sociales, convalida una relación de fuerzas entre ellas. En otro plano, dentro de cada empresa en particular, las paritarias determinarán en parte la tasa de ganancia (la otra parte la determinan los precios que cobran por las ventas de sus productos).

Salarios vs. Ganancias. En los años de crecimiento económico, altas tasas de incremento salarial generaban una menor tensión social: al agrandarse la producción, (la “torta”), pueden crecer tanto las ganancias como los salarios. Ahora bien, al estancarse (y comenzar a decaer) la actividad económica, la pelea es por quién conserva su posición: si los trabajadores o los empresarios. Esa tensión social los capitalistas la convierten en presión sobre los precios y los trabajadores en protestas, huelgas, etc.

Más allá de algunos chispazos mediáticos, el Gobierno no está controlando los aumentos de precios de los capitales concentrados. En cambio, busca disminuir la inflación conteniendo las pretensiones de los trabajadores, planteando que así los empresarios se contentarán con aumentos menores de precios.

En sectores donde haya aumentos de precios por razones externas, por ejemplo en el petróleo, la discusión salarial incluye la disputa por esas ganancias extraordinarias.

Los salarios y la inflación. La inflación carcome el poder adquisitivo del salario durante todo el año. Por eso, los aumentos salariales deben, como mínimo, evitar la caída de ese poder adquisitivo. La intervención en el INDEC cobra un valor estratégico en esta discusión: no hay bases creíbles sobre las que discutir aumentos en relación a la inflación pasada “real”. En los primeros tiempos de la intervención, el Gobierno podía proponer un 20% y que no parezca una rebaja salarial real, como si solo fuera una disputa metafísica mediática por el valor verdadero de la inflación. Hoy en día, casi nadie cree en los números oficiales.

Salario real. Tal como se señaló en el punto anterior, en cierto rango de aumentos puede estar en disputa si se está perdiendo salario real o no. En otro rango de aumentos, la discusión ronda en torno a la mejora en la calidad de vida de los trabajadores por medio de contar con un mayor salario real. Entre el 2003 y el 2007 se produjo un aumento del salario real, que había sido muy golpeado por los años de desocupación y el pico inflacionario del año 2002. Desde el 2007 a esta parte, dichos incrementos se detuvieron en general, quedando más bien restringidos a sectores puntuales.

Salarios y productividad. Las mejoras tecnológicas y de la organización del trabajo generan que el mismo empleo de mano de obra produzca mayores cantidades de bienes y servicios. La apropiación de esas nuevas riquezas producidas está en discusión al disputarse los aumentos en ciertos sectores. En los sectores con mejoras en la productividad, aumentos que apenas compensen la inflación implican un cambio regresivo en la distribución de la riqueza, beneficiando a la clase capitalista.

Cuotas. Contar con cierto monto de dinero en el presente o en el futuro no es indiferente, por una cuestión financiera: el dinero en el presente vale más que el mismo monto en el futuro. La cuestión se profundiza ante la existencia de inflación. Un 20% cuya última cuota es en el comienzo del siguiente año no puede compararse con un 20% que se paga el próximo mes. Por eso, las cuotas, al alargar los plazos en que se otorgan los aumentos, benefician a quienes deben pagar los aumentos (los empresarios y el Gobierno).

Plazos. Actualmente (desde su reapertura en el 2005) las paritarias se firman en su mayoría en forma anual. Implícitamente se considera que es un tiempo razonable para la discusión, ya que no se supone que la inflación haya cambiado la situación de los actores económicos. Sin embargo, ante la persistencia de un escenario de 25/30% de inflación en los últimos años, cabe preguntarse si esto sigue siendo así. La respuesta de algunos gremios ante el techo salarial del Gobierno fue la propuesta de negociar las paritarias en plazos más cortos, lo cual es resistido por ser considerado una convalidación de los niveles inflacionarios. Además, porque la discusión paritaria implica una negociación política entre empresarios, el Gobierno y los sindicatos que el gobierno no quiere reabrir más veces en el año.

Tendencia. Las distintas ramas negociando sus aumentos pueden verse eventualmente más retrasadas o adelantadas respecto de la inflación, las demás ramas, etc. Por esto, la discusión de cada gremio no se da en el vacío sino considerando la evolución histórica de los últimos años: un gremio especialmente retrasado salarialmente es probable que consiga aumentos superiores al promedio, y viceversa.

Estructura. No todos los aumentos son proporcionales para todas las categorías. La discusión paritaria puede modificar el convenio colectivo y cambiar las relaciones entre categorías, antigüedad, adicionales, etc. Estas cuestiones “finas” de la negociación pueden utilizarse con distintos objetivos. Por ejemplo, para camuflar cambios permanentes como el aumento en general ante los empleados ya que tiene ese impacto en el bolsillo. O para aparentar aumentos mayores o menores a los reales (para los medios y para cumplir con compromisos políticos, o para vanagloriarse de lo conseguido). Esta instancia también podría ser usada para concretar blanqueos laborales, terminar con sumas no remunerativas, e incluso mejorar la cohesión de la clase trabajadora por medio de pases a planta de tercerizados o trabajadores en negro.

Sumas fijas. Las sumas fijas benefician a los empleados de menor remuneración, ya que implican aumentos proporcionales mayores a los de mayores remuneraciones. Es lo que se llama “achatamiento de la pirámide”. En convenios que cuenten con básicos muy atrasados, puede servir para conseguir provisoriamente una mejora en el nivel de vida de los asalariados más empobrecidos. Sin embargo, quita incentivos verse recompensado por la mejor formación, antigüedad, etc.

Salarios e impuesto a las ganancias. El impuesto a las ganancias se cobra extrañamente sobre salarios, a partir de cierto monto. Ese monto depende de las deducciones que anualmente son permitidas sobre la base de distintos conceptos (una base mínima no imponible, otra deducción especial, un monto por cónyuge, por hijos, etc.). Las modificaciones en el impuesto impactan sobre los trabajadores, haciendo que una menor proporción abone el impuesto, o que lo hagan por montos menores. Por esto, el Gobierno buscó este año que la discusión sobre los salarios incluya alguna consideración por el “beneficio” impositivo que estaría otorgándose por la suba de dichos mínimos no imponibles. Sin embargo, la suba del mínimo fue insuficiente y no dejó contentos ni siquiera a los líderes de centrales oficialistas.

Salarios y sindicatos. La mayoría de los líderes sindicales actuales juegan en política y cumplen un rol político para el Gobierno, generando la aceptación de los acuerdos que éste requiere. Sin embargo, por más burocráticas que sean sus conducciones, no pueden escapar de la discusión de variables como la inflación, la disputa por las ganancias, etc., por lo que ese acatamiento es limitado: requiere cada vez más gestos políticos (¿y monetarios?) hacia estos líderes sindicales por parte del Gobierno, para compensar el descontento que pueden ocasionar en las bases. Es notorio que incluso los dirigentes oficialistas de la CGT (Caló) sean menos condescendientes que los que provienen de la CTA (Yasky), donde quizás haya un alineamiento más ideológico que pragmático.

Por supuesto que estas líneas no agotan todas las variables de las negociaciones, pero pueden ayudar a leer entre líneas qué están disputando los sindicatos, cómo son entendidas esas negociaciones entre los empleados, qué es lo que le quita el sueño (las ganancias) a los empresarios y al Gobierno.

La Brecha Sindical, marzo de 2013

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